INXS. Calle 13. Sonic Youth. Qué
combineta. El pasado 5 de noviembre, sábado, tocaron los tres. INXS arrancó
nueve y media sin el privilegio del atardecer ni las estrellas, ni temprano ni
tarde, con un cantante desaforado y agradecido como un paciente de la Madre
Teresa. Ciaron Gribbin hace un show. Ya había fumones esperando a Sonic Youth,
matrimonios devorados por el tiempo, el dolor de columna y alguna mujer de pelo
corto bailando su pasado. Elegantly Wasted, Devil Inside o la versión que
hicieron de Original Sin sonaron limpios, bailosos, directos al beat. Hicieron
una versión más que melosa de Beautiful Girl, un tema de Gribbin que mejor olvidarlo
y temas como Suicide Blonde, Heaven Sent o New Sensation donde sacudimos la
punta colorada de la goma luminosa. Menos las hijas del matrimonio, Blackberry
en mano, que hicieron preguntarme por el espíritu festivo de cada uno. Antes de
terminar la hamburguesa, Kirk Pengilly estaba tocando el saxofón mientras el
nuevo cantante que no dejó de nombrar a Hutchance y Buenos Aires hasta este
momento, con una remera de Argentina empezó a patearle pelotas al público.
Terminé el cotizadísimo hielo con cola y fui a Calle 13.
La primera diferencia entre INXS
que escuché por herencia, y Calle 13, que escuché por bombardeo audiovisual, es
que a la banda de Residente, Visitante y PG13 me dio ganas de aplaudirla. De
hacer ruido. Desheredado INXS, Calle 13 ya sonaba antes de empezar. Entraron con
cuenta regresiva y todo, dejándome con una zapatilla parada en la fiesta y la otra
desconfiando. Ya habían empezado los empujones, las luces y los temas para
mover el culo. Es verdad que René habla y lucha y queda bien con los compañeros,
pero una vez que arranca, en quince segundos arma una Kermesse de la que es casi imposible
escapar. No Hay Nadie Como Tú, la dedicatoria a Facundo Cabral, el Baile De Los
Pobres, algún tema del primer disco y los distintos estilos (reggaeton, punk,
jazz, etc.) llevados por Visitante a zapadas zarpadas no pierden el eje.
Bailar. Por momentos es una murga psicodélica y las letras de René son para reír
o reír. PG13 es la que hace llorar. Canta, calienta y brinca sobre serpientes.
Una Fiesta De Locos. Pero viendo este último tema desde el campo de en frente,
la ansiedad por ver a los newyorkinos era cada vez más insostenible.
A esta altura el Personal Fest
era una especie de arena movediza publicitaria que tenía pasillos llenos de
marcas, personas llenas de marcas y de casualidad unas cuantas bandas tocando.
Yo iba al revés del que me pedía bailar y más de la estatua que rumiaba cuando
yo probaba mover los pies.
Sonic Youth fue al revés. Estaban
en el escenario sin tocar. Kim Gordon con el monitor bajo, Thurston Moore
probando pedales, Steve Shelley y Lee Renaldo listos para el desastre y Mark
Ibold (Pavement) cabeza gacha mirando el bajo. Abrieron con dos temas de The
Eternal, Sacred Trickster y Calming The Snake. Thurston Moore ya
enloqueció y faltan once temas. Suena como entrar en una ballena (The Test,
Chemical Brothers) y salir expulsado al final del tema, producto de años de
constipación (Calming The Snake). Hasta acá las letras no importan. Siguieron
con dos temas de Sister y dos de Daydream Nation tocando casi en el círculo de
Neil Young & Crazy Horse (Hot Festival 2001). La voz de Moore como una
malteada vieja de Apu (Kotton Krown) y Lee Renaldo canta a Neil Youg cuando
dice 1968, 1947, 2006, now it’s all behind you (Hey Joni). Llegan a Tom
Violence (EVOL) y da la sensación de haber estado viendo una banda que ya no
tiene la fuerza de la juventud, pero la transforma en lo que suena. Otra fuerza,
que viene de una música que hace bien y hace mal.
Ya para la última parte del show
tocaron What We Know. Qué puedo decir; ya es hit en mi cabeza. Lo tocaron después
de White Cross, y antes de Brave Man Run (In My Family) enganchado con Death
Valley ’69, dos temas de su disco que sin la obstinación fantasmagórica de EVOL
ni la alta fidelidad de Dirty, hace del toque amateur un arte, o al revés, a
partir de una artesanía musical una bola de ruido como de fuego gigante (Bad
Moon Rising). Steve Shelley toca al revés de como algunas figuras clásicas (Axl
Rose, Roger Waters): lo hace mejor que nunca, y con Lee Renaldo forman un satélite
aparte, con Mark Ibold semitransparente entre los dos tocando guitarra o bajo.
Mientras tanto Moore y Gordon gritan “Hit it” y después de lo arenoso de la
letra la voz de Kim Gordon sale volando en círculos alrededor del escenario.
Sugar Kane. Dos guitarras, dos
bajos y Steve Shelley. Durante trece temas el escenario fue una calesita
gigante, por momentos una noche de feria y por momentos una nave espacial con
zapadas, todas mejores que en los discos. Thurston Moore mantiene esa ira
calculada, se revolea a sí mismo y tiene la cara como borrada, vieja desde hace
treinta años, y lo mantiene joven. Y me tienta a decir eterno. Como me tienta
terminar diciendo I love you, Sugar Kane. Pero los fuegos artificiales nunca me aburrieron
tanto (Personal Fest 2011).
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