jueves, 15 de marzo de 2012

Mark Lanegan - Blues Funeral


¿Cómo hablar de algo sin nombrarlo? Ponerle un nombre a lo que hace Mark Lanegan; decirle voz, ronquido, canto o expresión; todo da igual. Todo es inexacto. En Blues Funeral, su último disco, Lanegan vuelve a mostrar lo que hace; suena como si cantaran un millón de antepasados, recuerdos noventeros y campos de algodón; todo saliendo de su sola mandíbula. Y como si fuera poco, las composiciones y la instrumentación del disco no son homogéneas; se condensan en la diferencia -en lo incondensable; los temas no se acotan a un estilo, a un sistema y volvemos al principio: ¿cómo hablar de algo sin poder darle un nombre?

Por momentos es bueno salir del sistema electro-pop publicitario que hoy abunda. Y para eso, qué mejor que el rock: cualquier métrica, cualquier escala, cualquier estilo está en su adentro. Género de géneros, desde el blues como en Bleeding Muddy Waters hasta el disco de Ode To Sad Disco, o del hard-rock de Riot In My House al folk de Leviathan; el rock lo permite todo. Y por otro lado, en Blues Funeral Lanegan se nutre de su propio y más íntimo sistema: rodeado de nombres como Alain Johannes, Jack Irons, Josh Homme o Greg Dulli el disco se vuelve imparable. Sin olvidar a Chris Goss, creador de Masters Of Reality y fundador de una manera de hacer bandas tan clara como anti-sistémica y verdadera: todos tocan con todos. Así, rodeado de amigos y sonidos, la última obra de Lanegan nos transporta a Ian Astbury o Dandy Warhols (Quiver Syndrome), al buen U2 (Harborview Hospital), a Soundgarden o Crosby, Still, Nash & Young (Leviathan) y hasta a Portishead (Deep Black Vanishing Train); y obviamente a Screaming Trees.

Es que al margen del slide, la caja de ritmos o del Hammond, Mark Lanegan, que escribe y compone cada tema del disco, es de una raza de otro planeta que hace mojarse hasta al rockero heterosexual más recalcitrante. Quien haya tenido la suerte de haberlo visto en vivo quizás entienda mejor: su voz no se eleva cristiana al cielo, sino que desciende del escenario como lava hasta los pies de los mortales. Tiene subwoofers en las dos pelotas. Y en St. Louis Elegy las muestra. Un blues que ironiza con la idea de Jesús y canta borracho de lágrimas, sincero, la mujer que ya no está y el invierno está llegando. Y todavía no encuentro cómo definirlo. Quizás me cuesta, no sólo por lo que hace, por lo que hizo, sino por imaginarme lo que va a hacer. Que nunca va a parar. Vivido y por vivir. Hasta que le explote la garganta.


(para afterhoursintokio.com.ar)


miércoles, 22 de febrero de 2012

Recomendaciones

Lenaro. Tres generaciones y un secreto transmitido al oído, nunca escrito, de padre a hijo. A través de esta secta en carromato, se presentan el hijo y el ñieto del creador de: la Empanada de Mariscos. La textura seca y espumosa de la masa-after-fritanga se fusiona como culo y calzón con el mar. Langostinos o atún; de centolla o de mariscos; muzzarella con panceta o roquefort. Y la publicidad, si es que es: un señalador. La logia, Lenaro, queda en Av. Mitre Nº 913, Miramar.

La Ciudad de los Puentes Obsoletos, de Federico Pazos. No es el no-final de esta novela gráfica lo que hace track: es la llanura de lo escirto, los personajes que son pero no tanto, un Marcelo Cohen desterminado, la historia que no está “a la altura del dibujo”. Pero por eso último, por ver la estación de Retiro dibujado por Pazos, cómo la línea gruesa y el color que cubre días enteros y equilibra la historia barroca, apolillada, y sobre todo por la idiosincracia entre el texto y el dibujo, por una especie de sensibilidad indie (sic), sí, es que volvería a agarrarla. (La Editorial Común).

Berlín, de José María Brindisi. Sorpresa. En una librería en una galería en una peatonal encontré la primera novela de Brindisi. El realismo y lo local le ganan al margen y de pronto el mundo entero, externo e interno es el ring. El odio, los amigos, el humor por cómo mira y el amor. El deseo de querer salir corriendo del encierro o del pasado o de papá. Y como si fuera poco propone con o sin querer, escuchar Berlin, de Lou Reed. Ese disco que termina arriba, hermoso, en flor, rumiando una y otra vez: sad song. (Ed. Sudamericana).

A Young Person’s Guide To Mark McGuire. Desde que escuché hace unos años Tidings / Amethyst Waves nunca supe cómo describirlo y convencer a algunos otros para que lo escucharan, más que diciendo que es un pendejo que más que poeta parece un arquitecto y obrero, a la vez, de la guitarra. Semejante calibre de cursilería no me sirvieron para nada. El año pasado, Mark McGuire, que ya se convirtió en una playa, en sus cabañas, en un pueblo, en un mapa, sacó una guía para recorrerlo. El que elije el viaje-turista, abstenerse. Gran, enorme, disco. (Vía Internet).



Tashaki Miyaki - Tashaki Miyaki (EP) 2011



'Tashaki Miyaki', de los californianos Tashaki Miyaki, es un EP de verano. Para que esta definición simpática no se vuelva apática, me pregunto qué quiero decir con “un disco de verano”.
Quiero decir, un disco para escuchar en el auto de quien tenga -la suerte de tener- uno, las ventanillas bajas, calor, mucho calor y, fundamental, la despreocupación por el clima. Tashaki Miyaki no hace música para alimentar la neurósis o el bajón, ni llena las letras de pirotecnia emocional porque hizo un disco de verano. Las cañitas voladoras ya están de fondo, como la tarde fresca de las ocho y media o los adornos navideños.

Tashaki Miyaki parece citar una de las máximas de Josh Homme: Go With The Flow. Hoy, nada es tan grave. Sin embargo, no sé si efectivamente lo hicieron para el verano y de hecho supongo que no, pero si sé que no lo sé, entonces lo que me queda es preguntarme ¿qué lo hace que sea para mí un disco de verano, a pesar de que haya salido en su otoño natal?
En Somethin’ Is Better Than Nothin’ tienen esa languidez tan Spaceman 3 y en Happiness ese canchereo tan The Dandy Warhols. Usan reverb a lo Galaxie 500, y además la voz de una mujer. Combinación que por momentos me transporta a Mazzy Star; el campo, lo gótico, la paja y el verano. Y encima hacen un cover. De las tantas maneras que hay de hacer un cover, hay dos que son bien conocidas: la primera, la más solemne tal vez, es la de destruir el original y reinventar el tema (Sweet Dreams (are made of this), de Eurythmics hecho por Marilyn Manson), y la otra es adaptar el tema al lenguaje personal de la banda, sin perder de vista la versión original (Down In The Park, de Gary Numan, hecho por Marilyn Manson). Tashaki Miyaki hace su versión de Heartbeat (temazo interpretado por primera vez por Buddy Holly) en la segunda línea de cover: suena limpio, relajado, varian el groove del original y siguen sonando a Tashaki Miyaki zapando Heartbeat. Y es eso lo que recibo de ellos: un sonido que está cuidado desde la despreocupación.

Sé que suena contradictorio, pero terminando el 2011, cosas que hace diez años parecían contradictorias u ofensivas, hoy ya no. Por eso me animo a decir que éste trabajo no es sensacional, se repiten la mitad de los temas con tomas alternativas que no suman (sino que restan), pero así y todo tenemos a la fantástica Somethin’ Is Better Than Nothin’. Que acá se dice, peor es nada.

(para afterhoursintokio.com.ar)