jueves, 29 de septiembre de 2011

Literatura Erótica: Cómo Acabarla


Antes de renunciar al trabajo de librero del local del shopping del country del distanciamiento del todo -cualquier ironía vuelve como un boomerang a partir de que: yo decidí trabajar ahí- me llevé una grata sorpresa. Había empezado este 2011 y, como si existiera la Misa de la Justicia (Dios), EDICIONES B mandó una colección de libros eróticos astutamente titulada sexyBOOKS. Como si fuera poco, esa sorpresa pasó a segundo plano ante la emocionante sorpresa de que alguien había reservado un título de la colección, y encima a mi encargada esa alguien le había caído mal. ¡Hermosa sorpresa!

Cuando pensé, y me acordé que no era ninguna sorpresa que a mi encargada le cayera mal quien reservó un libro que yo reservaría, me encargué de sacar ese libro del cajón de pedidos (que, para mí como librero, esperaba al resevador como un japonés la pena de muerte) y lo leí. El título era Azótame.

El libro, que en la tapa tiene una pollera de colegiala levantada por las uñas de una no-colegiala que decide mostrar el culo y casi ridículamente unas medias de red mostrando unas maduras adultas, todo teñido de verde manzana, reza:

Azótame
20 relatos eróticos
Antología de Miranda Forbes

La tapa lo dice todo. Por empezar esa traducción española que en primera instancia nos lleva al lugar común de reírnos de "la traducción gallega", inventando distancia de antemano, olvidando que "El malvado" de Bukowski o Cuentos Para Enrojecer Caperucitas de Enard, son geniales traducidos como sea -y sino preguntárselo a Arlt- Pero en Azótame la sobreabundancia de bragas, pollas, coños y corridas, que me hizo creer la traducción como principal factor de sus fallas, me hizo pensar, en segunda instancia, que las fallas están lejos de la traducción y cerca de su promesa.

Los azotes -marcarle lo que esté a mano en la piel de tu pareja cuando está en cuatro, ponele- aparecen de manera repetida y por ende después de un rato aburrida por la misma repetición: manos, manos y más manos, algunos látigos, algunas reglas y otros elementos convencionales que también se repiten en el triste cine media equis de tevé por cable.

Lo erótico (bombacha: no concha; camisón: no pezón), que como género en la literatura abarca también lo porno no-sé-por-qué, tampoco se dá. Por ejemplo, mientras que en Zonas Húmedas, de Roche se llega al porno a partir de un erotismo, en esta antología uno se encuentra directamente con secretarias, strippers o compañeras de golf siempre a punto de ser azotadas por unas manos, siempre heterosexuales (el lesbianismo como se plantea es heterosexualidad), sin crear un mundo verosímil y anterior para, como se dice en la jerga, "calentar el pancho".

Y por último, de antología no tiene nada. Una antología de autores diversos ("celebrados autores de ficción erótica contemporánea" miente la contratapa) se supone una variedad de distintos autores ¿no? De distintas marcas de autor, estilos, plumas, notebooks, sueldos, como quieras llamarlos. Acá se lee una propuesta homogenea, despersonalizada. Des-autor-izada, si se quiere. Temiendo una posible verdad: escritores a sueldo con un mismo objetivo en común: vender. Escribidores, les diría Barthes.

Entonces, y parabólicamente volviendo al comienzo, la tapa lo dice todo: un libro que promete el azote, el erotismo y la junta de distintas voces, siempre y cuando consideremos que en la tapa está ese culo Tinelliesco, que lo único que genera en la lectura de mi pareja es: "ese culo está bueno, pero está teñido de verde manzana, ese verde que no me calienta mi amor, y además arruina al mismo culo de la tapa". Y lo que realmente queda es aceptar la mentira. Y a partir de eso saber que no era del country, que quien lo reservó es quien comparte conmigo hoy día su cama, y que la mejor manera de calentarnos con literatura es escribiéndola nosotros mismos.

No lean esta colección. O este título al menos. Y sorpresa acabada.


St. Vincent - Strange Mercy (2011)


Cuando el disco comenzó, tuve miedo. Si bien no suele pasarme  –y no por falta de cobardía-, poner play por primera vez a discos como el debut homónimo de Fever Ray, 'Antichrist Superstar' de Marilyn Manson o como 'Les Noces', de Stravinsky, genera una mezcla de terror y ansiedad que me encanta. Con Strange Mercy, sin embargo, no fue ese tipo de miedo.

Si bien es el tercer álbum de St. Vincent, después de las inevitables (Pj Harvey, Beth Gibbons, etc.), y en estos tiempos de tanta front-girl, me cuesta no temerle a la copia de la imitación. Aunque no pierdo la esperanza: es difícil, pero se puede pasar de sonar parecida a Björk después de una lobotomía (véase The Milk-Eyed Tender, de Joanna Newsom), a tener, a mi parecer, uno de los mejores sino el mejor disco de la década del 2000 (véase Ys, de Joanna Newsom).

La entrada de la voz en el primer tema, Chloe in the Afternoon, me dio ese miedo.  Pasó el tema y no me lo sacó. Pero en el segundo, Cruel, esquizofrénico entre un pop publicitario y un Disney donde la Bella y la Bestia son una misma compositora, escuché la señal: un solo de guitarra sucio como el padre de mi padre.
A partir de ahí el disco despega: la voz se arrepiente de algo y me arrastra a entenderla (Cheerleader); en Surgeon, El tema del disco, se escucha eso que va a volver a sonar: las cuerdas de sintetizador casi impresionistas (Debussy), un soft 80’s que funciona de sostén para letras escuetas, de errores, de dolores, pero sin golpes bajos, sin dramatismo, y una intensidad momentánea y sin abuso que aparece de varias maneras: con solos podridos a lo Dan Deacon (Northen Lights), con letras chicas y superpoderosas (Strange Mercy), guitarras roncas y frikis (Neutered Fruit), hacerme sentir de nuevo a Moloko (Surgeon) y estribillos hasta que duelan (Champagne Year). Duelen tal vez porque St. Vincent nunca se relaja; hay una sinceridad muy abajo que un poco molesta. Haciéndolo, además, con tiempos irregulares, modulaciones, disonancias y otros recursos que los que bailan parecen tenerle mucho, mucho, miedo. Y es muy poco Disney.

En un momento de Hysterical Strengh escuché algo peor que la música de Ibiza: la de mi viaje de egresados. Pero igual que en todos los temas del deisco hay un momento que lo hace valer. Me equivoqué, como arriba cuando dije que El tema del disco era Surgon. El último tema, The Year of The Tiger, qué puedo decir. Merece un apéndice. Con cuatro versos ella hace magia. Pronuncia como si estuviera actuando; si canta, está sobreactuando… o “sobrecantando”, ja, ja, ja, dirán; como una actriz muy medida, que nunca sobreactúa, diría.

En conclusión, Strange Mercy me hizo saber que hay algunas que van a quedar, imagino ahora, como inevitables, pero por no haber trabajado con tanta grandilocuencia y sí con mucho erotismo: exagareda en ser medida. Me volvió a enseñar que el miedo es la enfermedad que me deja estático gritándome al oído como cuando Bill Hicks (amén) sobreactuaba a la perfección. Y esto último, sin dejarme tranquilo, me lo terminó de recordar con esa última pieza en la que la tensión de la anécdota, revivida en los versos, la resuelve precisamente con este parlamento: “Living in fear in the year of the tiger”.


Tracklist:

01. Chloe In The Afternoon
02. Cruel
03. Cheerleader
04. Surgeon
05. Northern Lights
06. Strange Mercy
07. Neutered Fruit
08. Champagne Year
09. Dilettante
10. Hysterical Strength
11. Year Of The Tiger


(para http://www.afterhoursintokio.com.ar)

The Rapture - In The Grace Of Your love (2011)


Lo primero que hice fue cometer el clisé de cerrar los ojos por el humo que salía por la ventana y ahí nomás apareció esa sensación que una vez un docente estrella de la facultad deslizó: para entender y transmitir a Adorno, necesito amarlo. Ser adorniano.

Según este método (es todo cuestión de método...) yo debería amar a The Rapture para el caso. "Jugando", claro está. Sin embargo, para cuando estaba terminando de pensar esto -momento que soy lento-, ya estaba cerrando los ojos como si fueran un puño. Cualquier palabra grandilocuente ofendería, como la palabra "grandilocuente" en esta oración, la que le pertenece a la entrada del disco. Más que raptureano, prefiero fan.

El anzuelo, la persuasión, lo que evidencia quién es artista y quién es pescado, lo tiene: desde un comienzo atrapado por la intensidad, siguen dos temas que proyectan lo que va a ser el disco: cierta luminosidad desbordada, una melancolía subterránea y la presencia de una rítmica que destaca sus distintas direcciones, su entusiasmo y algún amateurismo por ahí perdido que deja de ser snob porque deja de ser amable. Y para tolerar ese encuentro entre la lágrima de emoción y la de la risa nerviosa (las armonías, la voz) y no encegecerse con tanta luz, The Rapture, como método de salvación, nos ofrece mirar desde la oscuridad, y bailar. Nunca rendirse a la estaticidad. Tambien en la facultad un gurú me dijo: inclusive en la oscuridad, si pegás un tiro, quizás a alguien le das. Moverse.

Después tiene un par de temas de esos que generalmente tienen los discos que funcionan al atardecer (de Low, de Dylan). Dos o tres temas muy pasables y entre los que puede haber uno inescuchable. Hablo de ese coro tipo chicos, del título Children, de la lambada de J-Lo. Testea cuán perfeccionista y neurótico uno es. Por otro llado, una banda tocando algo que, abajo de Flaming Lips y Talking Heads, además me deja escuchar al Brian Eno de "Spider and I" se gana un lugar en la parte lúdica de mi corazón. Hablo de Rollercoaster.

El disco cumple groseramente esos gustos personales que no exigía: primero, cuando Luke Gener dice "In the grace of your love" en In The Grace of Your Love y se alza esa columna título-disco-tema-letra que termina siendo la escena por la que vale ver la película. Todo toma sentido. Segundo, How Deep is Your Love (track 10 de 11) sube hasta un clímax que se completa cuando fusionan los beats y el saxo, el canto grupal y el individual, la máquina y la noche; diría que el disco termina con esa fiesta ritual. Y de forma... muy grandilocuente. Y tercero, It Takes Time To Be A Man (el último track), el tema distinto, parece un epílogo veraniego que podría cantar Marvin Gaye. Es de esas despedidas de disco que canta Cake, y atrás en un arpegio de piano está esa paz o placebo que trae el olvido.

Terminó el disco. El "Hallelujah", la salida del sol y saber que me espera mi amor en la cama parece una epifanía digna de un bonus track. O de un clisé.


Tracklist:

01. Sail Away
02. Miss You
03. Blue Bird
04. Come Back To Me
05. In The Grace Of Your Love
06. Never Die Again
07. Roller Coaster
08. Children
09. Can You Find A Way
10. How Deep Is Your Love
11. It Takes Time To Be A Man

miércoles, 14 de septiembre de 2011

En la aldea de The King of Limbs (RMX)

Lo más raro, supongo, no es que Radiohead lo haya hecho de nuevo, -creo que eso pasó hace dos modas-, sino que me sorprenda por eso, de nuevo. Me deja en evidencia: ¿por qué no lo acepté?, podría preguntarme. Y en vez de eso me tiré a ver una película que quería ver hace rato, fumar, comprar gaseosa. Bajar discos: las posibilidades trenzadas para conocer y alimentarse de música gratis son enormes.

A pesar de mi rechazo activo a responderme ¿por qué no lo acepté?, Radiohead me contestó algo que nunca le pregunté. Bajé un disco con tres temas suyos remixados por Brokenchord, Altrice y Blawan. Lo que hacen es extra-ordinario.




Give up the ghost -Brokenchord RMX-
Lo que es envidiable de estos remixes, a pesar de que hay quien los juzga por sintéticos (bueno, es su naturaleza de hecho) o por no tener la sangre de un cantante que diga, es que a partir de una voz que parece fría y descriptiva de pronto notamos que hay algo que, ni tan lejano ni tan ruidoso, narra. Y Brokenchord nos advierte de una transformación irreversible ya con su bienvenida pendular.

TKOL -Altrice RMX-
Nudo. De lo luminoso pasa rápido a lo rápido. Primer punto de giro: Radiohead, en algún sentido, empieza a ser vestigio. Yorke sampleado. Sintetizadísimo. Y da la sensación de que Altrice quiso hacer un tema usando a TKOL como instrumento, nada más [sic]. Segundo punto de giro: Trent Reznor en el piano tocando con una banda de electro-kraut; un mantra de una Björk de unos cuatro años; un coro de cassettes. Y después del éxtasis me recuerda lo equivocado que estaba. Cierta molestia.

Bloom -Blawan RMX-
Ahora escucho Fever Ray y me hace acordar a Mickey. El tema narra, dice y grita.


Los tres temas tienen todo. Podría imaginar a Radiohead suplicándoles: "Les damos todo, pero por favor, hagan los mejores remixes de su existencia". (...) Y les sale (...).

En fin: recomiendo agachadamente estos discos, que los cargo de mi confesión personal, vergonzososa, de sentir dolor al ver en Radiohead la perfección en la amplitud de lo que podríamos llamar una obra, su obra. Los remixes y las transformaciones sobre Radiohead, en definitiva me dejan con un gusto grandioso y anisado, pero amargo, como el citar en primer plano la imagen lenta pero aplastante de un muslo presionando uno de los rubios testículos de Thom Yorke contra el otro muslo culpable, blanco y transpirado.