martes, 22 de noviembre de 2011

Personal Fest 2011



INXS. Calle 13. Sonic Youth. Qué combineta. El pasado 5 de noviembre, sábado, tocaron los tres. INXS arrancó nueve y media sin el privilegio del atardecer ni las estrellas, ni temprano ni tarde, con un cantante desaforado y agradecido como un paciente de la Madre Teresa. Ciaron Gribbin hace un show. Ya había fumones esperando a Sonic Youth, matrimonios devorados por el tiempo, el dolor de columna y alguna mujer de pelo corto bailando su pasado. Elegantly Wasted, Devil Inside o la versión que hicieron de Original Sin sonaron limpios, bailosos, directos al beat. Hicieron una versión más que melosa de Beautiful Girl, un tema de Gribbin que mejor olvidarlo y temas como Suicide Blonde, Heaven Sent o New Sensation donde sacudimos la punta colorada de la goma luminosa. Menos las hijas del matrimonio, Blackberry en mano, que hicieron preguntarme por el espíritu festivo de cada uno. Antes de terminar la hamburguesa, Kirk Pengilly estaba tocando el saxofón mientras el nuevo cantante que no dejó de nombrar a Hutchance y Buenos Aires hasta este momento, con una remera de Argentina empezó a patearle pelotas al público. Terminé el cotizadísimo hielo con cola y fui a Calle 13.
La primera diferencia entre INXS que escuché por herencia, y Calle 13, que escuché por bombardeo audiovisual, es que a la banda de Residente, Visitante y PG13 me dio ganas de aplaudirla. De hacer ruido. Desheredado INXS, Calle 13 ya sonaba antes de empezar. Entraron con cuenta regresiva y todo, dejándome con una zapatilla parada en la fiesta y la otra desconfiando. Ya habían empezado los empujones, las luces y los temas para mover el culo. Es verdad que René habla y lucha y queda bien con los compañeros, pero una vez que arranca, en quince segundos arma una Kermesse de la que es casi imposible escapar. No Hay Nadie Como Tú, la dedicatoria a Facundo Cabral, el Baile De Los Pobres, algún tema del primer disco y los distintos estilos (reggaeton, punk, jazz, etc.) llevados por Visitante a zapadas zarpadas no pierden el eje. Bailar. Por momentos es una murga psicodélica y las letras de René son para reír o reír. PG13 es la que hace llorar. Canta, calienta y brinca sobre serpientes. Una Fiesta De Locos. Pero viendo este último tema desde el campo de en frente, la ansiedad por ver a los newyorkinos era cada vez más insostenible.
A esta altura el Personal Fest era una especie de arena movediza publicitaria que tenía pasillos llenos de marcas, personas llenas de marcas y de casualidad unas cuantas bandas tocando. Yo iba al revés del que me pedía bailar y más de la estatua que rumiaba cuando yo probaba mover los pies.
Sonic Youth fue al revés. Estaban en el escenario sin tocar. Kim Gordon con el monitor bajo, Thurston Moore probando pedales, Steve Shelley y Lee Renaldo listos para el desastre y Mark Ibold (Pavement) cabeza gacha mirando el bajo. Abrieron con dos temas de The Eternal, Sacred Trickster y Calming The Snake. Thurston Moore ya enloqueció y faltan once temas. Suena como entrar en una ballena (The Test, Chemical Brothers) y salir expulsado al final del tema, producto de años de constipación (Calming The Snake). Hasta acá las letras no importan. Siguieron con dos temas de Sister y dos de Daydream Nation tocando casi en el círculo de Neil Young & Crazy Horse (Hot Festival 2001). La voz de Moore como una malteada vieja de Apu (Kotton Krown) y Lee Renaldo canta a Neil Youg cuando dice 1968, 1947, 2006, now it’s all behind you (Hey Joni). Llegan a Tom Violence (EVOL) y da la sensación de haber estado viendo una banda que ya no tiene la fuerza de la juventud, pero la transforma en lo que suena. Otra fuerza, que viene de una música que hace bien y hace mal.
Ya para la última parte del show tocaron What We Know. Qué puedo decir; ya es hit en mi cabeza. Lo tocaron después de White Cross, y antes de Brave Man Run (In My Family) enganchado con Death Valley ’69, dos temas de su disco que sin la obstinación fantasmagórica de EVOL ni la alta fidelidad de Dirty, hace del toque amateur un arte, o al revés, a partir de una artesanía musical una bola de ruido como de fuego gigante (Bad Moon Rising). Steve Shelley toca al revés de como algunas figuras clásicas (Axl Rose, Roger Waters): lo hace mejor que nunca, y con Lee Renaldo forman un satélite aparte, con Mark Ibold semitransparente entre los dos tocando guitarra o bajo. Mientras tanto Moore y Gordon gritan “Hit it” y después de lo arenoso de la letra la voz de Kim Gordon sale volando en círculos alrededor del escenario.
Sugar Kane. Dos guitarras, dos bajos y Steve Shelley. Durante trece temas el escenario fue una calesita gigante, por momentos una noche de feria y por momentos una nave espacial con zapadas, todas mejores que en los discos. Thurston Moore mantiene esa ira calculada, se revolea a sí mismo y tiene la cara como borrada, vieja desde hace treinta años, y lo mantiene joven. Y me tienta a decir eterno. Como me tienta terminar diciendo I love you, Sugar Kane. Pero los fuegos artificiales nunca me aburrieron tanto (Personal Fest 2011).


Summer Camp - Welcome To Condale



El humor a veces es un juego de verano entre la música y los ojos. Desde Better Off Without You, primer tema, simple y video del disco Welcome To Condale, Summer Camp parece armar ese juego haciendo reír y después música, o música para la risa. Así Brian Krakov introducida por Jeremy Wasley hablando con ánimo de “guarda que vengo, eh”, me transporta a Volver Al Futuro con la banda sonora de That Thing You Do!, interpretada por Jim Carrey en 'I Love You Philip Morris'.

I Want You comienza con un diálogo entre dos personas que me vuelve voyeur de esa conversación y de lo que viene después: una declaración de amor que es menos original que otras letras anteriores, más ácidas tal vez, con desarrollo, pero sumada a la música ésta tiene vida. Quizás o sobretodo 'Summer Camp' sea sólo pop (Losing My Mind). Una especie de retro-pop que nos transporta a una alfombra en la que un chico cruzado de piernas y con remera roja mira tele de domingo y la película prepúber es muy mala. Does [post-teen] Humor Belong In Music? (Frank Zappa). Gwen Stefani llenaba de caras bufonas las fotos en la época de estampados escoceses y Tragic Kingdom, que esta en Nobody Knows You como un eco, rebotado en los ochenta. Hace años en Requiem, parte de la música de los ochenta me sonaba a una mezcla de pop con casi cualquier cosa. Pop para bailar (Down). No le hacen honor al título del disco con el octavo track (Welcome To Condale), pero lo hecho según quién lo mire hecho está. En We’ve done forever canta Elizabeth Sankey, entre melosa y nocturna, pero sin dudas segura, sobre acordes de un teclado “cold and thick” (Done Forever), hasta convertirse en el mejor tema del disco. I’ve been waiting for this day: el arpegio de teclado se deforma y se reforma y es una marea hasta el últmo punto de giro, que es un puente colgante.  Como I Want You, es el  otro corazón del disco. Con Better Off… y 1988 en los extremos, la ironía y el sexo, Done Forever es uno de los órganos principales de un cuerpo veraniego.

Lástima que pusieron Ghost Train que ya estaba en su Young EP, tiñiéndolo de bonustrackismo y transoformando a 1988 en un track raro o puro. Todo por un puente buena onda como el “yo no sé mañana” de Luis Enrique. Y Terminan con 1988, que abre repitiendo diez veces eighty-eight, sigue con un “Remember ninghty eight four…” cerrando Welcome To Condale con algo que parece sinceridad y a todo volumen suena a fiesta. Bases que cruzan a Little Dragon con palmeras, letras contestadas de unos Pimpinela de anteojos de marco grueso que quieren o no pueden más. Teclados a lo Dire Strait con flequillo retro y la mínima intención de soltar la mano del que escucha. Los pendejos siempre bien combinados de Summer Camp agarran música, palabras y secretos de todos, los intercambian con ironía y despecho, amor, y se ponen a jugar.

(para http://www.afterhoursintokio.com.ar)

lunes, 31 de octubre de 2011

Laura Marling - A Creature I Don't Know (2011)



Probé una nueva. Consumí antes y después de escuchar A Creature I Don’t Know, productos de YouTube, sitios de multinacionales, blogs de afuera y blogs de adentro donde aparecía Laura Marling. Pero no consumí letras, información del disco, productores, etc. Nada de informacíon seria.
Primero leí una reseña de la BBC que me dejó pensando. Yo no sé si para todos o para quién, pero a veces creo que comparar a Bob Dylan con cualquiera es más fácil que simple y demente pensar, a secas, a Bob Dylan.

Después del chasco made in england vi un teaser de 'A Creature I Don´t Know', intercalado con La Cocina Del Show (Canal 13), del que que me impresionaron la música acompañada por el otoño, una rubia con rodete, una virgen y una estación de tren para tirarse a morir. AVELLANEDA.
Antes de verle la cara dejé. Empieza con The Muse. El primer arpegio y su sonido (los instrumentos que usaron, la mezcla, el formalismo técnico) me sonó a Bert Jansch. “El Nick Drake inglés” (y vivo). Rápido entra la banda, los trecillos y la duda: ¿el genérico de Norah Jones se aplica al folk? Pero ni siquiera puedo hacer un chiste malo porque, si hablo en términos genéricos, con dos minutos ya suena un folk-pop-progresivo, solos más rápidos, ella no para de cantar, el tema no explota y ¿ya estamos todos?
Con The Muse, entonces, doble suerte: no sólo que no era la banda, con artículo como nuevo miembro, sino que me gustó más que la música del teaser. Lo que había escuchado no era lo mejor del disco, cosa que me pone siempre contento. Sino me siento estafado.

Y vino lo casi peor: en blogs de acá me enteré que la palabra mística, AVELLANEDA, explicaba lo tan obvio como sorpresivo: efectivamente estuvo acá, durmió acá, filmó aca, tocó acá y efectivamente me la perdí. Digo “casi” porque estaba sonando Sophie.
No. Lo peor no es el tema. Después de una mitad folk, de madera anciana al lado del pasto fresco, el tema se vuelve más peligroso que un genérico del Doctor A. Robo. Los siguientes dos enormes minutos suenan… ¡country! Y de nuevo aclaro: digo “peligroso” porque podría haberme traído el recuerdo de American Style que sonaba en mi casa entre asado y sobredósis familiar. ¡No! El folk-country-pop de Sophie es un talibán del country, una estructura partida en dos, A-B, cielo o infierno, todo en comunión con coros que viajan como Paz Lenchantin (Songs For Lucy) desde MDQ hasta Los Ángeles y con los fuegos artificiales de los primeros 31 de diciembre que, por religión, pasé lejos de mi casa. Y todo con un nombre que por estos días no sé si es folk, sí de country y cada vez más pop(ular).

Lo peor fue cuestionar esa parte fundamental en reseñas que leo y escribo: con tantas músicas que se prenden como luciérnagas aisladas en mi memoria, ¿tiene sentido citarlas? No hablo de comparar sino tan sólo sugerir que desde Out Of Season no escuchaba un orquestación tan sobria (I Was Just a Card), que si su Dios quiere que por favor toque con Bonnie ‘Prince’ Billy, que el mejor tema parece un cover hecho por Mark Lanegan (The Beast), que Alain Johaness (Don’t Ask Me Why), la voz de Regina Spektor (My Friends), Tori Amos, Joni Mitchell o Reese Witherspoon? ¿No es hasta polícaco eso de minar el texto de otros sonidos? Y no saber la respuesta fue peor.
Pero menos mal que la escuché antes de verla (por YouTube).  En vivo es como si hubiera remontado esa carrera en la que lo último bueno que hizo fue ponerse de novia con Tom Green y además ella, Drew Barrymore, incendiara la guitarra mirando la naturaleza entera que florece en las butacas de un teatro. Hubiera sido tan menos poco objetivo ante semejante pedazo de objeto de arte.

No hubiera llegado a All my Rage, el último tema del disco, donde se confiesa. En Occidente (para el que cree que el mundo está partido en dos, que existe la otra mitad de la naranja, que está en Oriente y que es Richard Gere), también tenemos mantras. Tal vez con “occidentalismos”: se va hacia el futuro pero mirando hacia atrás, como viendo el campo pasado desde la luneta del auto (Sartre) y se empieza a cambiar la piel, a oír músicos al borde del llanto, a masticar con rabia, recordar quién fui, perder la pérdida, la ansiedad por liberarse, recordar al Diablo, cantar ahora sin bronca, el segundo estribillo y ya estamos todos, veintidos años, de frente al mar, cantar más fuerte, escupir lo podrido y la putamadre si fuera tan fácil.

Ese es el tema: Laura hace parecer que sí. Con la el sonido atronador pero pacífico de los recuerdos ella acusa, revuelve y purifica. Termina en una ceremonia sin miedo y sin mirar a los ojos. Con la nariz mirando al cielo. Y hace sentir que el folk es la última iglesia cristiana, la única, y a mí me hace creer que no fueron sus mejillas las que hicieron que hablara así de ella, sino que ese mundo creado en doce canciones es lo que vuelve a Laura Marling, simple y demente, Divina.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Literatura Erótica: Cómo Acabarla


Antes de renunciar al trabajo de librero del local del shopping del country del distanciamiento del todo -cualquier ironía vuelve como un boomerang a partir de que: yo decidí trabajar ahí- me llevé una grata sorpresa. Había empezado este 2011 y, como si existiera la Misa de la Justicia (Dios), EDICIONES B mandó una colección de libros eróticos astutamente titulada sexyBOOKS. Como si fuera poco, esa sorpresa pasó a segundo plano ante la emocionante sorpresa de que alguien había reservado un título de la colección, y encima a mi encargada esa alguien le había caído mal. ¡Hermosa sorpresa!

Cuando pensé, y me acordé que no era ninguna sorpresa que a mi encargada le cayera mal quien reservó un libro que yo reservaría, me encargué de sacar ese libro del cajón de pedidos (que, para mí como librero, esperaba al resevador como un japonés la pena de muerte) y lo leí. El título era Azótame.

El libro, que en la tapa tiene una pollera de colegiala levantada por las uñas de una no-colegiala que decide mostrar el culo y casi ridículamente unas medias de red mostrando unas maduras adultas, todo teñido de verde manzana, reza:

Azótame
20 relatos eróticos
Antología de Miranda Forbes

La tapa lo dice todo. Por empezar esa traducción española que en primera instancia nos lleva al lugar común de reírnos de "la traducción gallega", inventando distancia de antemano, olvidando que "El malvado" de Bukowski o Cuentos Para Enrojecer Caperucitas de Enard, son geniales traducidos como sea -y sino preguntárselo a Arlt- Pero en Azótame la sobreabundancia de bragas, pollas, coños y corridas, que me hizo creer la traducción como principal factor de sus fallas, me hizo pensar, en segunda instancia, que las fallas están lejos de la traducción y cerca de su promesa.

Los azotes -marcarle lo que esté a mano en la piel de tu pareja cuando está en cuatro, ponele- aparecen de manera repetida y por ende después de un rato aburrida por la misma repetición: manos, manos y más manos, algunos látigos, algunas reglas y otros elementos convencionales que también se repiten en el triste cine media equis de tevé por cable.

Lo erótico (bombacha: no concha; camisón: no pezón), que como género en la literatura abarca también lo porno no-sé-por-qué, tampoco se dá. Por ejemplo, mientras que en Zonas Húmedas, de Roche se llega al porno a partir de un erotismo, en esta antología uno se encuentra directamente con secretarias, strippers o compañeras de golf siempre a punto de ser azotadas por unas manos, siempre heterosexuales (el lesbianismo como se plantea es heterosexualidad), sin crear un mundo verosímil y anterior para, como se dice en la jerga, "calentar el pancho".

Y por último, de antología no tiene nada. Una antología de autores diversos ("celebrados autores de ficción erótica contemporánea" miente la contratapa) se supone una variedad de distintos autores ¿no? De distintas marcas de autor, estilos, plumas, notebooks, sueldos, como quieras llamarlos. Acá se lee una propuesta homogenea, despersonalizada. Des-autor-izada, si se quiere. Temiendo una posible verdad: escritores a sueldo con un mismo objetivo en común: vender. Escribidores, les diría Barthes.

Entonces, y parabólicamente volviendo al comienzo, la tapa lo dice todo: un libro que promete el azote, el erotismo y la junta de distintas voces, siempre y cuando consideremos que en la tapa está ese culo Tinelliesco, que lo único que genera en la lectura de mi pareja es: "ese culo está bueno, pero está teñido de verde manzana, ese verde que no me calienta mi amor, y además arruina al mismo culo de la tapa". Y lo que realmente queda es aceptar la mentira. Y a partir de eso saber que no era del country, que quien lo reservó es quien comparte conmigo hoy día su cama, y que la mejor manera de calentarnos con literatura es escribiéndola nosotros mismos.

No lean esta colección. O este título al menos. Y sorpresa acabada.


St. Vincent - Strange Mercy (2011)


Cuando el disco comenzó, tuve miedo. Si bien no suele pasarme  –y no por falta de cobardía-, poner play por primera vez a discos como el debut homónimo de Fever Ray, 'Antichrist Superstar' de Marilyn Manson o como 'Les Noces', de Stravinsky, genera una mezcla de terror y ansiedad que me encanta. Con Strange Mercy, sin embargo, no fue ese tipo de miedo.

Si bien es el tercer álbum de St. Vincent, después de las inevitables (Pj Harvey, Beth Gibbons, etc.), y en estos tiempos de tanta front-girl, me cuesta no temerle a la copia de la imitación. Aunque no pierdo la esperanza: es difícil, pero se puede pasar de sonar parecida a Björk después de una lobotomía (véase The Milk-Eyed Tender, de Joanna Newsom), a tener, a mi parecer, uno de los mejores sino el mejor disco de la década del 2000 (véase Ys, de Joanna Newsom).

La entrada de la voz en el primer tema, Chloe in the Afternoon, me dio ese miedo.  Pasó el tema y no me lo sacó. Pero en el segundo, Cruel, esquizofrénico entre un pop publicitario y un Disney donde la Bella y la Bestia son una misma compositora, escuché la señal: un solo de guitarra sucio como el padre de mi padre.
A partir de ahí el disco despega: la voz se arrepiente de algo y me arrastra a entenderla (Cheerleader); en Surgeon, El tema del disco, se escucha eso que va a volver a sonar: las cuerdas de sintetizador casi impresionistas (Debussy), un soft 80’s que funciona de sostén para letras escuetas, de errores, de dolores, pero sin golpes bajos, sin dramatismo, y una intensidad momentánea y sin abuso que aparece de varias maneras: con solos podridos a lo Dan Deacon (Northen Lights), con letras chicas y superpoderosas (Strange Mercy), guitarras roncas y frikis (Neutered Fruit), hacerme sentir de nuevo a Moloko (Surgeon) y estribillos hasta que duelan (Champagne Year). Duelen tal vez porque St. Vincent nunca se relaja; hay una sinceridad muy abajo que un poco molesta. Haciéndolo, además, con tiempos irregulares, modulaciones, disonancias y otros recursos que los que bailan parecen tenerle mucho, mucho, miedo. Y es muy poco Disney.

En un momento de Hysterical Strengh escuché algo peor que la música de Ibiza: la de mi viaje de egresados. Pero igual que en todos los temas del deisco hay un momento que lo hace valer. Me equivoqué, como arriba cuando dije que El tema del disco era Surgon. El último tema, The Year of The Tiger, qué puedo decir. Merece un apéndice. Con cuatro versos ella hace magia. Pronuncia como si estuviera actuando; si canta, está sobreactuando… o “sobrecantando”, ja, ja, ja, dirán; como una actriz muy medida, que nunca sobreactúa, diría.

En conclusión, Strange Mercy me hizo saber que hay algunas que van a quedar, imagino ahora, como inevitables, pero por no haber trabajado con tanta grandilocuencia y sí con mucho erotismo: exagareda en ser medida. Me volvió a enseñar que el miedo es la enfermedad que me deja estático gritándome al oído como cuando Bill Hicks (amén) sobreactuaba a la perfección. Y esto último, sin dejarme tranquilo, me lo terminó de recordar con esa última pieza en la que la tensión de la anécdota, revivida en los versos, la resuelve precisamente con este parlamento: “Living in fear in the year of the tiger”.


Tracklist:

01. Chloe In The Afternoon
02. Cruel
03. Cheerleader
04. Surgeon
05. Northern Lights
06. Strange Mercy
07. Neutered Fruit
08. Champagne Year
09. Dilettante
10. Hysterical Strength
11. Year Of The Tiger


(para http://www.afterhoursintokio.com.ar)

The Rapture - In The Grace Of Your love (2011)


Lo primero que hice fue cometer el clisé de cerrar los ojos por el humo que salía por la ventana y ahí nomás apareció esa sensación que una vez un docente estrella de la facultad deslizó: para entender y transmitir a Adorno, necesito amarlo. Ser adorniano.

Según este método (es todo cuestión de método...) yo debería amar a The Rapture para el caso. "Jugando", claro está. Sin embargo, para cuando estaba terminando de pensar esto -momento que soy lento-, ya estaba cerrando los ojos como si fueran un puño. Cualquier palabra grandilocuente ofendería, como la palabra "grandilocuente" en esta oración, la que le pertenece a la entrada del disco. Más que raptureano, prefiero fan.

El anzuelo, la persuasión, lo que evidencia quién es artista y quién es pescado, lo tiene: desde un comienzo atrapado por la intensidad, siguen dos temas que proyectan lo que va a ser el disco: cierta luminosidad desbordada, una melancolía subterránea y la presencia de una rítmica que destaca sus distintas direcciones, su entusiasmo y algún amateurismo por ahí perdido que deja de ser snob porque deja de ser amable. Y para tolerar ese encuentro entre la lágrima de emoción y la de la risa nerviosa (las armonías, la voz) y no encegecerse con tanta luz, The Rapture, como método de salvación, nos ofrece mirar desde la oscuridad, y bailar. Nunca rendirse a la estaticidad. Tambien en la facultad un gurú me dijo: inclusive en la oscuridad, si pegás un tiro, quizás a alguien le das. Moverse.

Después tiene un par de temas de esos que generalmente tienen los discos que funcionan al atardecer (de Low, de Dylan). Dos o tres temas muy pasables y entre los que puede haber uno inescuchable. Hablo de ese coro tipo chicos, del título Children, de la lambada de J-Lo. Testea cuán perfeccionista y neurótico uno es. Por otro llado, una banda tocando algo que, abajo de Flaming Lips y Talking Heads, además me deja escuchar al Brian Eno de "Spider and I" se gana un lugar en la parte lúdica de mi corazón. Hablo de Rollercoaster.

El disco cumple groseramente esos gustos personales que no exigía: primero, cuando Luke Gener dice "In the grace of your love" en In The Grace of Your Love y se alza esa columna título-disco-tema-letra que termina siendo la escena por la que vale ver la película. Todo toma sentido. Segundo, How Deep is Your Love (track 10 de 11) sube hasta un clímax que se completa cuando fusionan los beats y el saxo, el canto grupal y el individual, la máquina y la noche; diría que el disco termina con esa fiesta ritual. Y de forma... muy grandilocuente. Y tercero, It Takes Time To Be A Man (el último track), el tema distinto, parece un epílogo veraniego que podría cantar Marvin Gaye. Es de esas despedidas de disco que canta Cake, y atrás en un arpegio de piano está esa paz o placebo que trae el olvido.

Terminó el disco. El "Hallelujah", la salida del sol y saber que me espera mi amor en la cama parece una epifanía digna de un bonus track. O de un clisé.


Tracklist:

01. Sail Away
02. Miss You
03. Blue Bird
04. Come Back To Me
05. In The Grace Of Your Love
06. Never Die Again
07. Roller Coaster
08. Children
09. Can You Find A Way
10. How Deep Is Your Love
11. It Takes Time To Be A Man

miércoles, 14 de septiembre de 2011

En la aldea de The King of Limbs (RMX)

Lo más raro, supongo, no es que Radiohead lo haya hecho de nuevo, -creo que eso pasó hace dos modas-, sino que me sorprenda por eso, de nuevo. Me deja en evidencia: ¿por qué no lo acepté?, podría preguntarme. Y en vez de eso me tiré a ver una película que quería ver hace rato, fumar, comprar gaseosa. Bajar discos: las posibilidades trenzadas para conocer y alimentarse de música gratis son enormes.

A pesar de mi rechazo activo a responderme ¿por qué no lo acepté?, Radiohead me contestó algo que nunca le pregunté. Bajé un disco con tres temas suyos remixados por Brokenchord, Altrice y Blawan. Lo que hacen es extra-ordinario.




Give up the ghost -Brokenchord RMX-
Lo que es envidiable de estos remixes, a pesar de que hay quien los juzga por sintéticos (bueno, es su naturaleza de hecho) o por no tener la sangre de un cantante que diga, es que a partir de una voz que parece fría y descriptiva de pronto notamos que hay algo que, ni tan lejano ni tan ruidoso, narra. Y Brokenchord nos advierte de una transformación irreversible ya con su bienvenida pendular.

TKOL -Altrice RMX-
Nudo. De lo luminoso pasa rápido a lo rápido. Primer punto de giro: Radiohead, en algún sentido, empieza a ser vestigio. Yorke sampleado. Sintetizadísimo. Y da la sensación de que Altrice quiso hacer un tema usando a TKOL como instrumento, nada más [sic]. Segundo punto de giro: Trent Reznor en el piano tocando con una banda de electro-kraut; un mantra de una Björk de unos cuatro años; un coro de cassettes. Y después del éxtasis me recuerda lo equivocado que estaba. Cierta molestia.

Bloom -Blawan RMX-
Ahora escucho Fever Ray y me hace acordar a Mickey. El tema narra, dice y grita.


Los tres temas tienen todo. Podría imaginar a Radiohead suplicándoles: "Les damos todo, pero por favor, hagan los mejores remixes de su existencia". (...) Y les sale (...).

En fin: recomiendo agachadamente estos discos, que los cargo de mi confesión personal, vergonzososa, de sentir dolor al ver en Radiohead la perfección en la amplitud de lo que podríamos llamar una obra, su obra. Los remixes y las transformaciones sobre Radiohead, en definitiva me dejan con un gusto grandioso y anisado, pero amargo, como el citar en primer plano la imagen lenta pero aplastante de un muslo presionando uno de los rubios testículos de Thom Yorke contra el otro muslo culpable, blanco y transpirado.