lunes, 31 de octubre de 2011

Laura Marling - A Creature I Don't Know (2011)



Probé una nueva. Consumí antes y después de escuchar A Creature I Don’t Know, productos de YouTube, sitios de multinacionales, blogs de afuera y blogs de adentro donde aparecía Laura Marling. Pero no consumí letras, información del disco, productores, etc. Nada de informacíon seria.
Primero leí una reseña de la BBC que me dejó pensando. Yo no sé si para todos o para quién, pero a veces creo que comparar a Bob Dylan con cualquiera es más fácil que simple y demente pensar, a secas, a Bob Dylan.

Después del chasco made in england vi un teaser de 'A Creature I Don´t Know', intercalado con La Cocina Del Show (Canal 13), del que que me impresionaron la música acompañada por el otoño, una rubia con rodete, una virgen y una estación de tren para tirarse a morir. AVELLANEDA.
Antes de verle la cara dejé. Empieza con The Muse. El primer arpegio y su sonido (los instrumentos que usaron, la mezcla, el formalismo técnico) me sonó a Bert Jansch. “El Nick Drake inglés” (y vivo). Rápido entra la banda, los trecillos y la duda: ¿el genérico de Norah Jones se aplica al folk? Pero ni siquiera puedo hacer un chiste malo porque, si hablo en términos genéricos, con dos minutos ya suena un folk-pop-progresivo, solos más rápidos, ella no para de cantar, el tema no explota y ¿ya estamos todos?
Con The Muse, entonces, doble suerte: no sólo que no era la banda, con artículo como nuevo miembro, sino que me gustó más que la música del teaser. Lo que había escuchado no era lo mejor del disco, cosa que me pone siempre contento. Sino me siento estafado.

Y vino lo casi peor: en blogs de acá me enteré que la palabra mística, AVELLANEDA, explicaba lo tan obvio como sorpresivo: efectivamente estuvo acá, durmió acá, filmó aca, tocó acá y efectivamente me la perdí. Digo “casi” porque estaba sonando Sophie.
No. Lo peor no es el tema. Después de una mitad folk, de madera anciana al lado del pasto fresco, el tema se vuelve más peligroso que un genérico del Doctor A. Robo. Los siguientes dos enormes minutos suenan… ¡country! Y de nuevo aclaro: digo “peligroso” porque podría haberme traído el recuerdo de American Style que sonaba en mi casa entre asado y sobredósis familiar. ¡No! El folk-country-pop de Sophie es un talibán del country, una estructura partida en dos, A-B, cielo o infierno, todo en comunión con coros que viajan como Paz Lenchantin (Songs For Lucy) desde MDQ hasta Los Ángeles y con los fuegos artificiales de los primeros 31 de diciembre que, por religión, pasé lejos de mi casa. Y todo con un nombre que por estos días no sé si es folk, sí de country y cada vez más pop(ular).

Lo peor fue cuestionar esa parte fundamental en reseñas que leo y escribo: con tantas músicas que se prenden como luciérnagas aisladas en mi memoria, ¿tiene sentido citarlas? No hablo de comparar sino tan sólo sugerir que desde Out Of Season no escuchaba un orquestación tan sobria (I Was Just a Card), que si su Dios quiere que por favor toque con Bonnie ‘Prince’ Billy, que el mejor tema parece un cover hecho por Mark Lanegan (The Beast), que Alain Johaness (Don’t Ask Me Why), la voz de Regina Spektor (My Friends), Tori Amos, Joni Mitchell o Reese Witherspoon? ¿No es hasta polícaco eso de minar el texto de otros sonidos? Y no saber la respuesta fue peor.
Pero menos mal que la escuché antes de verla (por YouTube).  En vivo es como si hubiera remontado esa carrera en la que lo último bueno que hizo fue ponerse de novia con Tom Green y además ella, Drew Barrymore, incendiara la guitarra mirando la naturaleza entera que florece en las butacas de un teatro. Hubiera sido tan menos poco objetivo ante semejante pedazo de objeto de arte.

No hubiera llegado a All my Rage, el último tema del disco, donde se confiesa. En Occidente (para el que cree que el mundo está partido en dos, que existe la otra mitad de la naranja, que está en Oriente y que es Richard Gere), también tenemos mantras. Tal vez con “occidentalismos”: se va hacia el futuro pero mirando hacia atrás, como viendo el campo pasado desde la luneta del auto (Sartre) y se empieza a cambiar la piel, a oír músicos al borde del llanto, a masticar con rabia, recordar quién fui, perder la pérdida, la ansiedad por liberarse, recordar al Diablo, cantar ahora sin bronca, el segundo estribillo y ya estamos todos, veintidos años, de frente al mar, cantar más fuerte, escupir lo podrido y la putamadre si fuera tan fácil.

Ese es el tema: Laura hace parecer que sí. Con la el sonido atronador pero pacífico de los recuerdos ella acusa, revuelve y purifica. Termina en una ceremonia sin miedo y sin mirar a los ojos. Con la nariz mirando al cielo. Y hace sentir que el folk es la última iglesia cristiana, la única, y a mí me hace creer que no fueron sus mejillas las que hicieron que hablara así de ella, sino que ese mundo creado en doce canciones es lo que vuelve a Laura Marling, simple y demente, Divina.